Caballerosidad,  Desarrollo Espiritual

El principal responsable de tus éxitos. Parte 1

¡Bienvenido nuevamente al punto de reunión de los caballeros modernos! Estimado lector, en está ocasión reflexionaremos acerca de una idea muy simple, aunque considerablemente importante: ¿eres tú el principal responsable de tus éxitos? ¿es tu esfuerzo el ingrediente principal de tus logros? Acompáñanos a analizar una historia de éxito que nos ayudará a dar respuesta a estas preguntas.

 

La historia de éxito de Bill

Bill Gates, el multimillonario magnate empresarial, genio informático y cofundador de Microsoft® es, sin duda, un hombre exitoso; y como tal, sus capacidades de liderazgo, innovación y visión son indiscutibles. Además, sabemos (o al menos comprendemos) la enorme cantidad de trabajo, sacrificio y esfuerzo que ha tenido que hacer para cosechar todas esas victorias. En esas circunstancias, es natural pensar que el Sr. Gates ha llegado a la cima gracias a su inteligencia, esfuerzo y habilidad con los negocios; y, por lo tanto, podemos considerar que él es el principal responsable de sus éxitos.

 

 

Desde luego, hay muchos enfoques sobre su vida y las claves de sus logros, no obstante, hay una versión que considero muy sólida debido a su excelente argumentación. En el best seller Fueras de Serie, escrito por Malcolm Gladwell, se narra la historia de Bill haciendo un análisis de los aspectos que lo llevaron a ser un «Fuera de serie». En su libro, Gladwell hace énfasis en que Bill Gates fue de los primeros en acumular 10,000 horas de práctica en la programación de software; algo ¡extremadamente inusual y valioso para su tiempo! Sin embargo, la historia no termina ahí.

Además del trabajo duro, el texto también relata como Bill tuvo la fortuna de tener acceso a una computadora y desarrollar sus habilidades de programación, lo que, sin exagerar, fue una ventaja única en el mundo. Y, por si esto no fuera suficiente, tenía la edad perfecta para incorporarse a la creciente industria de la informática. No era muy joven como para entrar tarde en el negocio, cuando otros ya hubieran aprovechado la oportunidad; o muy viejo como para tener una profesión, una deuda universitaria o una familia que mantener, que le dificultaran incursionar en la informática. Si este argumento de la edad perfecta no te convence, basta con observar que otros pioneros multimillonarios de la informática nacieron prácticamente al mismo tiempo: Steve Jobs, cofundador de Apple®, nació en 1955; Bill Joy pionero en el desarrollo de software, nació 1954; Paul Allen, cofundador de Microsoft®, nació en 1953 y Bill Gates, nació en 1955… ¿Coincidencia?

 

Libro Outliers, de Malcom Gladwell. En el se relata la historia de Bill Gates y se analiza quién es el principar responsable de sus éxitos.

 

Una verdad sobre el éxito

Bajo esta lógica, queda claro que el esfuerzo y la disciplina son esenciales para el éxito (sobre lo cual puedes leer en el artículo: Un caballero siempre hace lo que quiere); pero parece que no es el único componente y quizá tampoco es el más importante: ¿tuvo Bill Gates algún mérito en nacer en el año correcto?, ¿tuvo algún mérito en tener la oportunidad de acceder ilimitadamente a una computadora cuando casi nadie más podía hacerlo? Y, yendo más lejos, ¿tuvo algún mérito en nacer con la inteligencia suficiente para aprender a programar? O ¿tuvo algún mérito en nacer en una familia que le permitiera dedicar tantas horas a la programación en lugar de tener que dedicarlas a trabajar para poder comer?

Puedes llamarle suerte, destino o como tú prefieras, pero no parece descabellado pensar que el esfuerzo e inteligencia del talentoso Bill no fueron lo más importante para llegar a la cima. Personalmente, creo que es Dios el que nos provee de todos estos elementos poder para alcanzar nuestras metas y nada tendríamos de no ser por Él; porque «Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos» Daniel 2:2.

Hasta aquí, parece que la idea de que tú mismo eres es el principal responsable de tus éxitos, que todo lo puedes si te lo propones, que todo está en tu mente, no es correcta; sin embargo, el problema va mucho más allá que eso. Ese pensamiento, pese a que es romántico y nos inspira a darlo todo, es peligroso y dañino para la sociedad. Para entender esto, la próxima semana reflexionemos sobre sus implicaciones. Por ahora nos gustaría leer ¿cuáles son los logros que te han hecho sentir realizado?

 

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