Caballerosidad,  Desarrollo Espiritual

El principal responsable de tus éxitos. Parte 2

¡Bienvenido nuevamente al punto de reunión de los caballeros modernos! El día de hoy continuaremos con la disertación que dejamos pendiente la semana pasada sobre quién es el principal responsable de tus éxitos. En aquella ocasión, concluimos que el esfuerzo y el trabajo duro son esenciales para alcanzar el éxito; no obstante, al analizar la historia de éxito del famoso empresario Bill Gates, concluimos que el éxito es la combinación de muchos factores de los cuales no tenemos control. Por lo que ni el mismísimo Bill puede atribuirse el mérito de haber llegado a la cima. A continuación te dejo el vínculo de la Parte 1 del análisis para que comprendas cómo llegamos a tal conclusión.

 

Romántica, pero peligrosa

Retomando lo que concluimos en el artículo anterior, la idea de que tú eres principal responsable de tus éxitos es incorrecta. Sin embargo, como ejercicio, supongamos que dicha idea es verdad, que todo lo puedes lograr si te esfuerzas, que «el que quiere puede» y que tú eres el único (o al menos el principal) responsable de tus logros. Para todos los que han salido victoriosos ante la adversidad, atribuirse el mérito les otorga un gran galardón, los convierte en celebridades y son la fuente de inspiración de las generaciones postreras; una idea romántica que nos gusta creer.

En contraste ¿qué implica dicha idea para las personas a las que podríamos considerar como no exitosas, para los pobres o los marginados? Si tú eres el principal responsable de tus éxitos, entonces también tú eres el principal responsable de tus “fracasos”, de tu situación y de tu carencia de éxitos. Desde esa perspectiva, nadie si no tú es el culpable de tu mala situación, es tu culpa ser pobre, es tu culpa ser “inadaptado social”, es tu culpa no tener la inteligencia suficiente para tener éxito en la vida y es tu culpa no haber nacido en las circunstancias propicias. En ese caso ¿por qué los demás habrían de ayudarte? ¿por qué tendrías que importarle a los demás? ¿por qué deberían tener consideración contigo? Si, al fin y al cabo, es tu decisión estar en una situación precaria, porque «el que quiere puede» ¿no?

Peor todavía, si tú tienes el mérito de tus logros y es gracias a tu esfuerzo que eres exitoso, entonces cuando alguien es menos exitoso que tú es porque se ha esforzado menos, porque es menos inteligente o talentoso. Por lo consiguiente, tú eres superior, eres más valioso para la sociedad, eres un hombre mejor y más capaz. En conclusión, la idea de que tú eres el principal responsable de tu éxito nos desarrolla como una sociedad orgullosa, egoísta e individualista; nos convierte en un pueblo que no tiene consideración por los menos favorecidos, que no ayuda a quiénes los necesitan y que persiguen su propio beneficio.

 

La perspectiva de un caballero

Frase de Ernest Hemingway sobre la nobleza. 850x400

 

Es por esto por lo que tal convicción va en contra de dos pilares fundamentales de un caballero: la fraternidad y el amor al prójimo. Opuesto a la idea de adjudicarse el mérito de los éxitos, un caballero entiende que «No hay nada noble en ser superior a tu prójimo, la verdadera nobleza descansa en ser superior a tu yo anterior». Desde nuestra perspectiva, todos tenemos un rol en este mundo, una tarea que nos fue encomendada junto con los elementos necesarios para cumplirla, formamos parte de un mismo cuerpo y debemos trabajar en conjunto, cada quién conforme a lo que le fue dado por Dios, para hacer de éste un mundo mejor. Al respeto la biblia nos enseña:

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. […] De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” 1 Corintios 12.

Es decir, no debemos jactarnos los unos de los otros, porque todos somos un cuerpo y tanto necesita el basurero del médico, como médico necesita del basurero. Si todos tenemos una función y todo trabajamos para que la sociedad funcione, cada quién conforme a sus dones, ¿cuál es la jactancia? ¿cuál es el mérito? Es muy difícil imaginar una situación en la que un individuo por sus propios medios alcance el éxito y, siendo así, ¿de dónde provinieron las capacidades para hacerlo? Finalmente, concluimos que el mérito de nuestros éxitos no nos pertenece en su totalidad, en parte es nuestro esfuerzo, en parte el apoyo de quiénes nos rodean y, sobre todo, es de Dios que nos ha dado todo cuanto tenemos. Cuéntanos ¿cuál ha sido tu mayor logro? Y ¿qué personas son las que más te han apoyado para alcanzarlo?

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