Claroscuro: La vida entre luz y sombras. Parte 1
¡Bienvenido nuevamente al punto de reunión de los caballeros modernos! Estimado lector, esta es una ocasión muy especial para nosotros porque tenemos un invitado de lujo: Jhon Díaz. Jhon es padre de una hermosa pequeña (y otra en camino), un varón muy activo, solidario y entusiasta, pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana y un buen amigo. Sin más, te dejó para que disfrutes el artículo que escribió, en el cual expone la dualidad de la vida humana; Claroscuro: una vida entre luces y sombras.
Atte: Alan V.
El regreso del hijo pródigo
Hay una obra que me paraliza los sentidos cuando la veo, «El regreso del hijo pródigo», de Rembrandt, un pintor cristiano del siglo XVII. Debo admitir que cuando vi la obra por primera vez, no me deslumbró ni quedé impresionado con ella como ahora. Fue hasta que leí a Henri Nouwen, un sacerdote católico y excelente escritor, en un libro que lleva el mismo nombre del cuadro de Rembrandt; ahí Nouwen cuenta que la primera vez que vio la pintura en casa de su amiga Simone quedó impresionado; el cuadro evoca la parábola de Jesús del «hijo pródigo», ese joven que después de haber pedido a su padre lo que él creía que era su herencia, se va de casa a vivir depravada y desordenadamente; el joven, al haber perdido todo y estar en el fondo de la miseria, planea regresar a casa, no ya como hijo, sino como un simple siervo. Al llegar cerca de casa su padre lo ve, y Jesús enfatiza que sintió compasión en su corazón por su hijo, así que corre a él y lo abraza, esta es la imagen del cuadro: un padre abrazando a su hijo maloliente y sin dignidad, a su costado unas extrañas personas viendo la escena, como juzgando. Nouwen escribe oro puro de esa obra y de ese relato bíblico, te lo recomiendo ampliamente.
Así que, por simpatía a Nouwen, empecé a descubrir aspectos increíbles en ese cuadro, investigué sobre el autor, la fecha, el momento de su composición, el lugar, las intenciones de Rembrandt al hacerlo, y hasta la técnica que usó. Gracias a la apreciación más detallada, y el estudio del cuadro, he descubierto que en la obra se aprecia un detalle no menor que me vuela la cabeza: el padre está de pie abrazando a su hijo, quien está arrodillado, el padre un poco encorvado e inclinado hacia su muchacho está extendiendo sus brazos sobre la espalda del joven; lo curioso acá es que Rembrandt pintó manos distintas en el padre, una mano es notoriamente más ancha, gruesa, venosa y tosca que la otra, esta mano corresponde con la fisionomía del padre: un hombre maduro; sin embargo, la otra mano es delicada, notoriamente más esbelta y fina que la otra, esta mano no corresponde ni con la mano posterior ni con las características fisionómicas del padre, ¿por qué? ¿Se equivocó Rembrandt acaso? Mi conclusión es que no, el artista pintó a propósito un elemento faltante en la parábola: la madre; no hay mamá en el relato, sin embargo, Rembrandt ha de pensar como yo: el padre personifica a Dios, y siempre he creído, dada mi propia vida, que Dios tiene corazón de madre; así que una mano representa al padre, y otra representa a Dios, que tiene corazón de madre.
En la universidad había estudiado sobre la técnica de Rembrandt, el barroco, desde la arquitectónica, la literatura y el estilo en la pintura. El barroco, si no mal recuerdo, tiende a un realismo en las imágenes y, sobre todo, el uso desmedido de luces y sombras, los efectos contrastantes y poner de manifiesto en el relieve un aspecto muy importante que el autor quiera destacar; a estos efectos los pintores le llaman claroscuro.
Claroscuro: la vida entre luces y sombras
Claroscuro es un término que ha estado rondando últimamente en mi cabeza; al ver la obra de Rembrandt, en general, y la pintura de «El regreso del hijo pródigo», en particular, me he quedado pensando sobre las luces y las sombras. ¿Será acaso que la vida necesita de antagonismos para que sea una obra de arte? ¿Seremos nosotros como un cuadro de Rembrandt: luces, sombras, color, opacidad? ¿Será acaso que la vida es también como la música, donde tan importantes son los sonidos como los silencios? ¿Será nuestra existencia como las manos del padre del hijo pródigo, distintas, y necesariamente complementarias? ¿Será que la muerte es tan importante como la vida? ¿Será el dolor y la tristeza un aspecto necesario, como lo es la salud y la alegría? ¿Seremos nosotros a veces grandes victorias, buenos amigos, grandes personas, buenos profesionales, buenos creyentes; pero otras irremediable somos caídas, desgracia, necedad, apatía?
Pienso por ejemplo en Mahatma Gandhi, ¿qué es lo primero que piensas cuando piensas en él? Seguramente (a parte de su singular atuendo), en la pacificación, en que gracias a él la India pudo independizarse de los británicos sin siquiera disparar una sola bala; seguramente piensas en formas no violentas de protesta, en huelgas de hambre, en desobediencia civil, en derechos humanos, piensas en justicia para los más desprotegidos, etcétera, y sí, todo eso es Gandhi; pero, ¿qué pensarías si te dijera que para muchas personas Gandhi fue también un pedófilo? Es un escándalo poco conocido, pero real; Gandhi estuvo nominado cinco veces al Premio Nobel de la paz, sin ganar de cerca en ninguna ocasión, ¿cómo es posible que alguien como él no lo ganara?, bueno, la práctica del celibato estricto que hacía Gandhi se desarrollaba acostándose con muchachitas (muchas de ellas niñitas), a las cuales desnudaba, según él para que sólo le dieran calor por las noches y resistir la tentación sexual; cinco veces no ganó por estar metido en esta polémica, entre otras como cierto racismo y antisemitismo; los rumores de la vida privada de Gandhi pudieron evitar que alguien como él ganara algo tan importante.
O, ¿qué piensas cuando evocan la persona de Martin Luther King Jr? Seguramente piensas en derechos civiles, en lucha contra la segregación racial, piensas en derecho al voto para los afroamericanos, piensas en un pastor bautista, etcétera; y sí, Martin Luther King es todo eso, pero para el FBI que tenía las cintas en video, no era más que un enfermo sexual que organizaba periódicamente orgías con personas de su movimiento; algunos biógrafos, incluso, aseguran que una noche antes de ser asesinado en Memphis, estaba en un hotel con una de sus muchas amantes.
Este escrito no es para acuchillar a estos personajes, simplemente los menciono porque si ellos, que son reconocidos internacionalmente, tuvieron tremendas fallas, cuánto más personas, como diría Unamuno, de a pie, cotidianas y ordinarias como yo. Las vidas humanas son una constante ambivalencia entre luz y sombras, pero lo increíble de la vida humana es también que podemos y tenemos la capacidad de ser recordados por las cosas buenas que hagamos. Los dos personajes que mencioné recién no son perfectos, nadie lo es, pero entre más pronto nos reconciliemos con nuestra realidad claroscura, más pronto aprenderemos a ver nuestra vida y la de los demás como una pintura: llena de trazos, errores, oscuros, equivocaciones, dudas y; por otro lado, luces, triunfos, aciertos, certezas. Mi deseo es que podamos usar los espacios de autonomía que tenemos para ser, cada uno de nosotros, recordados siempre como alguien claroscuro, sí, pero que lucha cada día por ser más la mejor versión de sí misma, como un buen cuadro de Rembrandt.
En la siguiente parte, Jhon seguirá exponiéndonos más sobre la naturaleza dual de nuestras vidas, que constantemente oscilan entre luz y sombras. Puedes leer más sobre los errores en la vida de un caballero en nuestro artículo Los caballeros ¿cometen errores graves?
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